"Pobrecito"
- Escritora MC
- 18 jul 2023
- 2 Min. de lectura
"Pobrecito". Es una de las primeras cosas que vas a escuchar cuando le cuentes a alguien el diagnóstico de tu hijo. "Pobrecito".
Hay mil cosas que, como madre, una no quiere escuchar. Que tu bebé tiene un desafío enorme por delante debido a una discapacidad, es una de ellas. "Pobrecito", es otra.
Y no lo tomen a mal. Estoy segura de que, como pasa cuando recibimos la mayoría de las noticias fuertes, al enterarse de la existencia de una discapacidad sienten que tienen la necesidad de decir algo. Y que "pobrecito" es algo que dicen más desde el choque con la situación que desde la lástima.
Pero, créanme, hay días en que los planetas de los padres no están alineados y esa palabra, que pretende empatizar, es un baldazo de agua fría.
Si yo quiero un mundo que deje el capacitismo de lado y que deje de tratar a las personas con discapacidad como infantes, erradicar el "pobrecito" es una cruzada importante.
Y no es que no haya batallas más importantes que pelear, pero el lenguaje es constructor de cultura y forma nuestra mirada sobre el otro, y es ahí, en la mirada que siente pena y que disminuye la condición del otro, donde empezamos a errar el camino.
Pero, cuidado. Este pedido de no infantilizar las discapacidades no es sinónimo de ser cruel y dejar de contemplar que el otro es diverso y existen particularidades sobre su ser y hacer. Es un llamado a dejar de creer que las personas con discapacidad son eternos niños caídos en desgracia.
Dejar el "pobrecito" de lado significa entender la necesidad de herramientas inclusivas reales, que permitan que el otro pueda desempeñarse íntegramente dentro de la singularidad de su discapacidad sin depender de un tercero.
Abandonar el "pobrecito" implica que la lástima, que es un sentimiento que se practica desde una falsa sensación de superioridad (inocente, la mayoría de las veces), desaparezca y, al hacerlo, nos permita ver al otro como un igual, una persona, un trabajador, un estudiante, un ser humano que no necesita una palmada en la espalda.
Pero, por sobre todas las cosas, dejar de usar "pobrecito" para llenar un silencio incómodo cuando no sabemos qué decir, nos invita a abandonar la sensación de que somos buenas personas porque expresamos lástima para obligarnos a transformarnos, a convertirnos realmente en mejores personas que preguntan, que se informan, que quieren saber, que cambian algo en su rutina o en su vocabulario para hacer espacio a la inclusión y a la integración.
Sé que a muchos papás y mamás de personas con discapacidad y que a muchísimos adultos con discapacidad, escuchar el "pobrecito" no les significa nada y no es una cuestión a tratar para ellos.
Y está perfecto. Lo dicho: acá no se dicen verdades absolutas. Pobrecita yo, si me juzgan por esto.
Gracias por compartir. Confío en que será una transición generacional/cultural.
Estamos obligados a aprender y mejorar cada día como sociedad.