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Laureles: Conseguirlos, creerlos eternos, dormirse en ellos y volver a empezar

  • Foto del escritor: Escritora MC
    Escritora MC
  • 28 sept 2023
  • 4 Min. de lectura

Momento número mil en el que agradezco haber estudiado Historia


"Sean eternos los laureles que supimos conseguir" es una de las frases más hermosas de nuestro Himno Nacional y un excelente pie para el siempre lagrimeable "Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir".

Y en el otro extremo, frente al deseo de que las victorias y las batallas ganadas sean eternas, quizá porque nos conocemos mucho, nos decimos todo el tiempo que no debemos dormirnos en los laureles. Eso. No descansar en la gloria, porque siempre hay peleas que dar.

Lo llamativo (porque gracioso, no es) es este camino que voy a desandar a continuación, de discusiones sobre nuestra historia como estado y nación que creíamos que estaban zanjadísimas, algunas más que otras, claro está.

Año electoral. Sabemos cómo es. Sabemos qué esperar, pero no estamos preparados para esto. Año en el que lo mejor que le pudo pasar a la campaña fue la fábrica de jingles de Gelatina. Y, después de eso, la debacle.

Hubo quienes empezaron la campaña con "no volvamos a 2015" y otros con "no volvamos a los K". Hasta ahí, lo normal. Hubo quienes se atrevieron a mencionar la palabra "futuro" un par de veces. Relevante su poco uso: la mirada hacia adelante se empezó a desdibujar.

Cuando volví a mirar, ya no sólo nadie hablaba del adelante, sino que estábamos explicando el 2001. Bueno, es normal. Muchos votantes eran chicos en ese momento y ésta podía ser la primera vez que escucharan "blindaje", "ahorros", "corralito", "masacre de Plaza de Mayo". Y ahí estábamos un poco explicando, un poco reviviendo las cosas espantosas que vimos y vivimos en Diciembre de 2001.

Pero, mientras me secaba las lágrimas por la clase media destruida, vi que en las redes estábamos nombrando al señor riojano cuyo nombre no pronuncio por cábala y escribiendo cartelitos de "No volvamos a los '90". Una locura, pensé. Privatizaciones, desempleo, farandulización de la política, carpa blanca, AMIA, la embajada, Fabricaciones Militares de Río Tercero... Bueno.

Casi no tuvimos tiempo de empezar a discutir la dolarización porque apareció un candidato diciendo que había que volver a la Argentina de antes de Perón. La discusión se estaba poniendo un poco retrógada: antes de Perón las mujeres no votábamos, no había aguinaldo, vacaciones pagas y algunas otras cosillas de las que seguramente gozás, seas o no peronista.

Pero, bueno. Ahí estábamos arremangándonos para hablar de eso cuando una señora reivindicó la dictadura. Más retrógrados que antes: antes del peronismo las mujeres no votábamos pero, al menos, alguien votaba. En la dictadura no vota nadie. Y ese es el menor de los males en la oferta de un Gobierno de facto.

Un poco con dolor en el alma y otro poco medio pensando qué hicimos tan mal como para tener que estar defendiendo la democracia y el voto masivo, no alcanzamos a alzar la voz por la Memoria, la Verdad y la Justicia que nos encontramos explicando por qué la Argentina de principios del siglo XX no podía ser un ejemplo a seguir.

Yo sólo me había visto hablando de la oligarquía y el hacinamiento de los trabajadores en condiciones infrahumanas, viviendo en conventillos, no recibiendo ni un poquito de la "Argentina, granero del mundo" en un aula, pero no. Lo estaba haciendo en casa, frente a personas adultas, que recibieron tres niveles de educación, afines a la historia. Bueno. A seguir. En algún momento terminará este martirio.

No. Tres Doritos después tenía los ojos como el 2 de Oro mientras leía a una montaña de jóvenes autodenominados "liberales" llamar "comunistas" a los miembros de la Generación del '80. Pero no acababa ahí, obvio que no.

En un abrir y cerrar de ojos nos estamos parando a defender la Independencia y, un poco más atrás, la Revolución de Mayo. Y puedo sentir al San Martín, al Belgrano y al Moreno que tanto amé en la universidad, revolcándose en sus tumbas. Y Güemes... Y Juana.

Pero mientras me distraje defendiendo a los próceres nacionales que creía indiscutibles, alguien mencionó que la conquista española no fue mala y que no existía la posibilidad de que se hubiera exterminado a las poblaciones nativas de nuestra tierra, que era un invento, que "viva la civilización".

Y, mientras observaba estupefacta los no argumentos de los pro Virreinato del Río de la Plata, escuché cómo alguien mezcló la llegada de esos españoles, con las oleadas migratorias de fines del XIX y principios del XX.

Y siento que necesito que este revisionismo medio pelo en el que estamos hundiéndonos, se termine o me de un respiro. O que, al menos, se pare al frente alguien que haya leído un libro o visto un documental medianamente serio.

Ninguna batalla, ni siquiera las que fueron contra los realistas, está zanjada en este bendito suelo que amo tanto y que me da tanta bronca que sea el hogar y dé cobijo y prosperidad a personas que lo odian tanto.

Así que acá está uno, agradeciendo cada apunte que resumió cuando estudiaba Historia, para tener con qué hablar. Con la esperanza de que valga la pena.

Pero el debate se corre cada vez más hacia atrás, y tengo miedo de que terminemos discutiendo la Santísima Trinidad en un Concilio y, un poco más atrás, si una masa encefálica de mayor volumen es sinónimo de mayor inteligencia.

Y ni siquiera me atrevo a hacer el chiste, porque no quiero saber todo lo que tienen para decir muchos adoradores de inteligencias artificiales respecto de eso.

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