La brecha

Siempre que se me vienen al alma palabras que quiero escribirte, hijo mío, mi cabeza pregunta si alguna vez podrás leerlas, si alguna vez podrás escucharlas, si alguna vez podrás comprenderlas...

Es cruel. En mi mundo, todo va y viene con palabras y, en el tuyo, las palabras no existen. Pareciera una brecha insalvable y, sin embargo, yo sé que vos sabés que yo te amo.

Así que estas palabras, que son para vos, hoy (como casi siempre) van a ser para todos los demás.

Yo tuve que aprender a decirte las cosas sin decir nada... Todavía estoy aprendiendo. Es muy difícil para mí, que siempre me sobraron letras y tinta y oraciones. En nuestro caso, mis palabras desaparecen en tus oídos sordos. Y tus ojos, casi siempre no me ven. Sin embargo, yo sé que vos sabés que yo te amo.

Me resisto e igual te hablo y te escribo (heme aquí) aún sabiendo que nada pasará. Y pasan cosas, porque yo sé que vos sabés que yo te amo.

Es una brisa de aire fresco de cara al sol que quema. Aunque deseo, realmente deseo, poder hacerte imaginar las mil historias que pienso para vos; aunque deseo, realmente deseo, que bailemos una canción que salga de mi voz; aunque deseo, realmente deseo, que leas mis palabras, entendí que vas a leerme de otra forma: vos leés el amor.

Así que, si mis palabras no van a ser refugio cada vez que te sientas desolado y si no hay nada que yo pueda escribir que haga que te sientas mejor, serán refugio para mí después de haber encontrado una forma apropiada para vos. Después. Según cada vez.

Si lo mejor que yo creo que tengo en mí no sirve para aliviar tu dolor, bucearé todos los mares de posibilidades para asegurarme de encontrar la forma, aunque cambie cada vez.

Yo tengo un súper poder que hace de criptonita cuando se trata de vos. Pero yo te amo y me acuesto todas las noches segura, muy segura, de que vos sabés que yo te amo. Y me duermo sabiendo, también, que no importa cuántas veces te lo diga o cuántas veces lo escriba, porque vos sentís que yo te amo.