Estoy cansado, jefe
- Escritora MC
- 29 may 2024
- 3 Min. de lectura
En el momento en que te convertís en cuidador en la discapacidad, envejecés 10 años. Sólo en ese momento.
Mientras te explican cómo tenés que hacer para ir a solicitar el Certificado Único de Discapacidad para asegurar la cobertura de las prestaciones que vas a necesitar TODA LA VIDA, cuando pasás horas de tu vida al teléfono tratando de conseguir turnos para estudios que corroboren la discapacidad que ya está diagnosticada y hacés malabares para que no se venzan los estudios que ya tenés hechos, envejecés 10 años más.
Mientras llorás en una clínica porque no se puede hacer un estudio porque tu hijo, el discapacitado, no se queda quieto o no se duerme o no cumple con alguno de los 200 requisitos que hay que cumplir para que pongan en un papel que es verdad que tiene una discapacidad, se te van tranqui otros 5 años.
Todas las noches que no dormís porque llora pero no sabés por qué, porque no te puede hablar y no puede señalar y vos te quedás completamente inútil al lado de su cama, llorando de nuevo, porque no hay nada que puedas hacer para ayudarlo, se te van otro par.
Cada minuto en un juzgado, hablando con abogados, llenando formularios, completando papeleo, firmando cosas, escuchando excusas de las obras sociales, queriendo bajarle los dientes a unos cuantos imbéciles que no tienen idea de lo que hablan y aguantando las ganas de hacerlo para no ser "la loca de la madre", te envejece 10 años más.
Envejecés cuando ves el precio de los pañales. Cuando escuchás el monto de la consulta con un especialista. Cuando barajás mil opciones de colegio para decidir a dónde lo van a discriminar menos. Cuando sufrís en una fiesta de cumpleaños. Cuando no vas a comer afuera para evitarte las discusiones y las miradas de los demás. Cuando salís a comer afuera y te aguantás las discusiones y las miradas de los demás.
Se te van 20 años de vida cada vez que tenés que explicarle a un médico nuevo de alguna nueva especialidad toda la historia clínica de tu hijo.
Y llegás a los 35 años teniendo 105. Y mirás el camino que te queda por recorrer pensando "debo vivir más tiempo sólo por él", y envejecés 10 años más. Porque ya estás pensando que no podés morirte aunque te quieras morir.
Y a todo eso, ahora tenés que sumar a una horda de deforestados mentales que militan el ajuste en discapacidad porque "ellos no tienen la culpa si nuestros hijos son discapacitados" y no quieren darnos "beneficios" con sus impuestos.
Estoy cansada. De todo. Pero el desgaste mayor es ante la crueldad. La crueldad de los ajenos diciendo animaladas y la crueldad de los propios, familiares y amigos, haciendo silencio, conociendo tu dolor, cansa. Se siente en la garganta y en el pecho. Duele.
Así que sólo nos tenemos nosotros, y hasta ahí no más porque ¿cómo contar con alguien que está tan desgastado como vos? ¿Cómo le pedís a alguien que lleva las mismas noches sin dormir que vos y carga las mismas angustias que te dé una mano con algo? ¿Cómo te atreverías a pedir auxilio para descansar a alguien que está igual o más cansado que vos?
Por eso se llevan puesta la discapacidad. Porque estamos cansados y no tenemos tiempo. Porque no podemos faltar a un turno que sacamos hace cuatro meses para ir a una marcha. Y después le sumamos esa culpa a todas las culpas que sentimos. ¿Cómo no voy a ir a pelear por los derechos de mi hijo?
Estoy cansada. Estoy llena de ira. Pero estoy más cansada. Hay días que estoy más enojada que cansada. Hoy es uno de esos. Y sólo quiero mandar todo a la puta que lo parió... Y sólo deseo que podamos, alguna vez, dejar de pelear.
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