Francisca

Seguramente escucharon alguna vez el concepto de "ojos que sonríen". Bueno, déjenme decirles que, por antonomasia, esos son los ojos de Francisca.

Francisca sostiene una conversación con cualquier persona y tiene dibujada una mueca de sonrisa en los labios. No importa de qué estén hablando. No importa si es un tema serio. Siempre hay un esbozo de picardía en su cara, como si estuviese esperando una broma que rompa la seriedad del tema, como si anticipara un pésimo chiste, como si no estuviera prestando atención.

Pero sus ojos tienen algo más. Hay ahí un brillo inexplicable, que es sólo de ella y que sonríe... no sé cómo explicarlo.

Sus ojos sueñan. No sé con qué, pero sostienen la profundidad con la que se mira un horizonte. La acusamos de distraída mil veces, pero está soñando.

Los ojos de Francisca guardan la inocencia que no pretende irse. Juegan con la fantasía de que todo es posible. Brillan. Iluminan.

Yo quisiera ver el mundo con sus ojos, llenos de optimismo. Un optimismo que no se basa en lo que hay afuera, que viene de su propio ser, de su propia existencia.

Los ojos de Francisca sonríen en la confianza de que lo que arde en ellos, se alimenta de ella. No necesita combustible exterior. No necesita reflejar la luz de alguien más. No.

Los ojos de Francisca son Francisca en su esencia. Si quieren conocerla, si quieren saber quién es realmente, miren directo a sus ojos. Hay algo maravilloso que reposa ahí desde que llegó a este mundo: su divertida, calma y dulce alma.