Duelo
- Escritora MC
- 5 jul 2023
- 2 Min. de lectura
Un lobo está parado frente a mí. Con su cabeza en alto, respira fuerte pero tranquilo. Me mira y me paraliza... siento y sé que debo mover mis ojos, mirar más allá, a cualquier lugar, pero no responden. Sólo se quedan clavados ahí, en esas enormes profundidades grises. Hay un predecible abismo allí.
Por momentos, brevísimos instantes, puedo ver sus colmillos. Una sensación me estremece el alma pero no sé si es miedo. Tal vez sea frío, todo es nieve alrededor. Cuando los esconde, aunque ningún músculo de su anatomía se mueve, su intención parece cambiar. Ya no siento miedo.
Esa voz en la cabeza me alerta acerca del peligro. Si la escucho, no avanzo... y necesito hacerlo, necesito acercarme. Mantengo la mirada firme, mi mentón alto, mi respiración apenas perceptible. Adelanto mi pie izquierdo. No puedo identificar qué siente. Tengo que arriesgarme. Me afirmo y avanzo con el pie derecho un paso más. Retrocede, clavando sus enormes ojos en mis pies y volviéndolos a mis pestañas. Muestra los colmillos otra vez.
Que me percibe, eso es seguro; si le molesta que esté ahí, no lo sé. Pero ya comencé mi ofensiva. Unos pasos más, casi fantasmales y estamos cerca. Si estiro mi mano, tal vez pueda rozar su pelo arriesgándome al alcance de su mandíbula.
Un lobo está parado frente a mí y yo me siento. Mi cara a la altura de la suya. El calor de su aire exhalado sobre mi nariz. Sólo en ese momento puedo ver el rojo oscuro sobre la nieve clara. Algunas gotas de sangre se deslizan por su costado y caen al suelo. Está herido.
Yo no podré sanarlo sin que, en el intento, resulte lastimada. Y sé que no será su intención, sino su naturaleza. Optaré por ser dulce, por una mirada cálida entre tanto viento gélido que sopla alrededor, por un invierno sentada en la nieve a la espera de que llegue la primavera a reverdecerlo todo. No será el miedo el que dicte mis actos, aunque en su dolor pueda creerme su enemiga.
Un lobo está parado frente a mí y parece que así vamos a quedarnos por mucho tiempo. Si será redención para él o para mí, no puedo saberlo. Si sobrevivirá al frío con su herida expuesta, tampoco. Baja su mirada, mira la gruesa capa blanca sobre la que estoy sentada y suspira por primera vez. Un ardor me recorre el brazo. Estoy herida. Yo estoy sangrando también.
Es mi favorito. Se me pone la piel de gallina cada vez q lo leo.
Hermoso cuento con un final inesperado.
Con cuantos lobos (obstáculos, frustraciones, personas tóxicas, etc.) nos cruzamos en la vida, que por miedos suponemos un feroz ataque pero que en realidad es un aprendizaje que debemos procesar. Muchas veces terminamos también lastimados, pero debemos procesar.
Gracias por llevarnos a un paralelo mundo imaginario, pero a su vez, real!