Así de chiquititos

Dice Adorni que le cambian el nombre al Salón de las Mujeres del Bicentenario en Casa Rosada porque algunos hombres pueden sentirse ofendidos. Y tiene razón.

Entrás al Salón de las Mujeres y ves la imagen de Cecilia Grierson, la primera enfermera y médica argentina. Nadie le regaló el título y no hubo necesidad de inventar una universidad para darle un doctorado. Si yo fuera un varón de dudosa inteligencia, me sentiría chiquitito.

Girás y ves las caras de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y podés sentir el amor de esas mujeres que lo dejaron todo por recuperar a sus hijos y nietos, por sanar sus heridas. Si yo fuera un varón cuya madre miraba al costado mientras mi padre me castigaba, sentiría envidia.

Movés la cabeza y ves el casquito de María Elena Walsh y la sonrisa de Mercedes Sosa, con los ojos achinados escondidos detrás de unos anteojos negros. Si yo fuera un varón con peluca poco peinable, completamente incapaz de transmitir cosas hermosas o, al menos, de conectar con el resto de los seres vivos sin necesidad de mediums, me daría un poco de bronca.

Buscás asilo en otro cuadro y te encontrás con Juana Azurduy. Si yo fuera un varón blanco, supremacista, al que le encanta usar la palabra "marrón" como insulto, sentiría que me hierve un poco la sangre.

Ves a Mariquita Sánchez de Thompson, a Eva Duarte, a Alicia Moreau de Justo y a María Remedios del Valle y sí... si yo fuera un hombre absolutamente obsesionado con cierto sujeto de cabello extraño y piel color naranja, con la bandera de su país y con los símbolos de una patria extranjera, por supuesto que esas mujeres me revolverían el estómago.

Así que se entiende. Saquen, saquen cuadros, bustos, fotos y placas. Hagan desaparecer todo lo que les recuerde que son intrascendentes, que tienen miedo, que cualquier persona en cualquier lugar haciendo cualquier cosa es mejor que ustedes. Hagan desaparecer, que es la única respuesta de la derecha cuando se asusta.

Saquen. Entendemos que son incapaces de pararse delante de ellas sin sentirse menos, que no pueden mirarlas ni siquiera a sus ojos retratados, que les generan pavor. Saquen todo. No nos importa.

Mercedes y María Elena viven en sus canciones, que tocan nuestro corazón. El amor caluroso de Madres y Abuelas habita nuestro cuerpo. La capacidad de curar de Cecilia vive en nuestros abrazos. La fuerza de Juana empuja nuestro movimiento. El orgullo de Eva, Mariquita, Alicia y Remedios vive en nuestra búsqueda permanente de un país soberano, desbordante de Justicia Social.

Saquen todo, porque todo lo que no pueden sacar está en su lugar. Saquen todo para corroborar que siguen siendo minúsculos porque así de chiquititos fueron, son y serán.